Mujer volcánica
Enlodada como siempre de un sutil desespero, he viajado por
todas las que me habitan, pasos ancestrales, mórbidos. La fuente de la vida en
una búsqueda implacable. El encuentro es una llamarada refulgente dentro de la
boca, porque es ella quien me nombra y su palabra a la hora de la muerte
es un puñal esperanzador, una mierdita llena de posibles, un hueco en medio del
polvo.
Y ese lenguaje es una baba
que se me desliza por las ganas, un escupitajo mortuorio, el asesinato
inminente de otro, uno ebrio que se perdió por estas calles de ángeles
perversos que se masturban a las cuatro de la mañana, cuando la ciudad es un
fantasma y el sonido es posible desde ese coro orgásmico.
Su eco me aruña, la ciudad me
aruña, su vacío se me atraganta en mil cigarrillos, uno detrás del otro. Soy un
humo y vuelo en las noches detrás de esos ángeles perversos, yo también quiero
masturbarme a las cuatro de la mañana y aniquilarme. Morir de un grito.
Todo está arreglado, moriré
mil veces en la entrada de los moteles, en el llano verdecito, en los rincones
coloridos de las esquinas, en la boca de fantasmas tuertos y mudos. Seré parte
agua, mágica, saciaré la sed de los sedientos, de los pobres a los que se les
cae el alma a pedazos, de los que no tienen alma; seré el alimento de los
desnutridos e infelices. Cabalgaré espectral hacía el fin del todo con el
atuendo de mil pieles, el universo se abrirá para mí, abrirá sus piernas, su
boca y miles de lenguas recibirán mi cuerpo húmedo.
Arrodillada mis heridas se
abrirán como una urdimbre de palabras silenciosas. Besarán de lejos las
verdades que consuelan y llenan el cuerpo de mariposas solitarias. Porque mi
existencia se limita a mirar de lejos el mundo, mi beso como un múltiple ensayo
reproducido en el tic tac del tiempo. Soy yo la quimera de mí misma.
Isabella Estrada
Imagen por Januz Mirallez
https://www.behance.net/nuestra
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